LA CALDERA DEL DIABLO Y EL RETORNO DE LOS BRUJOS


Por Gabriel Felipe Chumpitaz
Empresario y político Argentino,
Diputado Nacional.


Leer un análisis político, económico y social en la actualidad, se ha convertido en un ejercicio de monotonía por momentos asfixiante. Vivimos en una ilusión constante que no nos permite diseñar y planificar el futuro inmediato, y mucho menos a mediano y largo plazo. Argentina se encuentra devastada moralmente, ese dato es innegable e incontrastable.

El arco de la vida institucional es golpeado diariamente, las condiciones de convivencia ciudadana pierden consistencia y los accionares pseudo revolucionarios florecen en la aceptación pública, consolidando e incrementando un camino de letargo de muy dificil retorno. Si pudiéramos expresar este concepto en números, pocas democracias en el mundo se sostienen con una rabustez plena que alcance un número similar al 100 %, pero en Sudamérica, y principalmente en Argentina ese porcentaje se encuentra en un descenso sostenido.

La creación de coaliciones gobernantes y opositoras, son claros ejemplos de que nos cuesta generar volumen político basado en construcciones ideológicas y plataformas de pensamiento unificado. Sin embargo, existen movimientos que subyacen la superficie y avanzan en un claro intento de imposición antigua, el cual es muy peligroso, enmarcado en los tiempos violentos en que vivimos.

Las estructuras supranacionales también fueron infiltradas, la Basílica de Luján, con los curitas proto montoneros levantando la bandera de Mujica en una misa partidaria, y los militantes tocando el bombo como si estuvieran en los antiguos tablones de Nueva Chicago, son un colchón de hojas otoñales que tapan la superficie de un crudo invierno.

Paralelamente, el retorno de “los brujos” configura un hecho extraordinario. La aparición de los líderes terroristas que reivindican la lucha armada setentista, poniendo en dudas el orden público, institucional y democrático. Y al mismo tiempo movimientos pseudo mapuches y grupos subversivos, incendian, atacan y destruyen, mobiliarios del Estado, usurpan terrenos públicos y privados, y mantienen a toda una Nación expectante por la baja densidad operativa en la represión de estos delitos, tal como lo indican las leyes vigentes y la Constitución Nacional.

Y como si esto fuera poco, las estructuras clientelares y oscurantistas que engordan a los jerarcas que administran la decadencia, se ven beneficiadas con aumentos descomunales en las proyecciones presupuestarias, impulsadas por la construcción de un relato contradictorio y tristemente pobrista.

La izquierda intenta imponer agendas de minorías que terminan lesionando y lastimando a las mayorías, es por eso, que adherir a esta visión de país es muy peligroso. La inacción del Estado, la violencia y estos esquemas sociales improductivos han transformado a la Argentina en la verdadera “caldera del diablo”. La pobreza, la indigencia, la inseguridad, el narcotráfico, la inflación, y la baja calidad educativa, son apenas algunos segmentos de medición que nos obligan a repensar y recalcular las estrategias implementadas.

América Latina abrió los ojos ante Chile, un pueblo inteligente que rechazó de manera muy contundente la posibilidad de sustituir la República por un Estado plurinacional. Argentina no puede caminar por la cornisa, del mismo modo que lo hizo nuestro país vecino, quedando a centímetros de caer bajo las garras del comunismo y el autoritarismo.

En Argentina es momento de accionar, de rascar la superficie sin miedo y enfrentar la realidad.
Debemos retomar el camino de la razonabilidad, la necesidad de un cambio cultural muy profundo, un capitalismo moderno que incentive la producción, la generación de riqueza y el empleo, pero
fundamentalmente que no ponga en dudas y asimile a la propiedad privada como un derecho inherente a la libertad.

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