De la intolerancia a la barbarie

Por Gabriel Felipe Chumpitaz
Empresario y político Argentino
Diputado de la Provincia de Santa Fe

Uno de los mas grandes cuentistas y caricaturistas que ha dado nuestra tierra, fue sin lugar a dudas el inigualable Negro, quien en su ensayo “La globalización según Fontanarrosa” finaliza diciendo: “ya no quedan domadores, ahora todos son licenciados en problemas de conducta de equinos marginales”.

Duro golpe, y de este modo, los ladrones, violadores y delincuentes, dejaron de serlo, para convertirse en “jóvenes con alta potencialidad de tener conflictos con la ley”.

Si bien la inseguridad es uno de los sentimientos de mayor crueldad que influyen y afectan al ser humano, adjudicar nuestros males solo a la delincuencia, al narcotráfico y al crimen organizado es como intentar terminar con los robos solo con nuestra más sincera intención de no resistirnos a un asalto. Es como tratar de niño a un enano, por el solo hecho de su baja estatura.

Cuando los ingredientes genuinos de una sociedad como educación, salud, cultura, seguridad ciudadana y jurídica, trabajo, economía y justicia, son atropellados y aniquilados, el cocktail se convierte en explosivo y aparece la violencia, la discriminación, la ilegalidad, la corrupción, el miedo, las mafias, las pandillas, las bandas, los homicidios, las pandemias, las pestes, la desnutrición, las drogas, el desempleo, los excesos, lo oscuro, lo negativo y definitivamente la injusticia.

El desafío para mejorar la calidad de vida radica en crear conciencia en las nuevas generaciones, de los efectos colaterales de un flagelo negativamente multiplicador como es permanecer en la espera silenciosa de que aparezca un líder mesiánico y todo lo solucione.

Es por eso, que debemos alentar a la gente que produce, que innova, que crea, que diseña, que proyecta, que se embarca en nuevas empresas y desafíos, y que valora la disciplina, el respeto, la integridad, la pasión y la solidaridad. Valoremos a quienes discuten ideas y no personas, y no seamos presos del ansia de recompensa inmediata, ni de la mala costumbre de obtener mucho habiendo entregado poco.

Equilibrio y firmeza en las decisiones, reclama una sociedad que se está desangrando y que está hipotecando el desarrollo individual y colectivo. Si creamos marcos jurídicos que estimulen o encubran la impunidad, estaremos faltando a la verdad y en consecuencia a nuestros sentimientos y principios.

Equilibrio entre fuerza y derecho, reclama una sociedad cansada de ser derrotada, porque la fuerza sin derecho es la intolerancia, y el derecho sin fuerza es la barbarie, la desidia total.

Solo construiremos una sociedad mejor para las generaciones por venir, permitiendo que ingrese la información que riega nuestra parte noble, evitando la fragmentación irritante que lastima, y alimentando la coexistencia como principio humano y alternativa superadora para dar bienvenida al futuro más esperanzador que hayamos imaginado.

No seamos cómplices de la concepción del “pobrismo” como práctica autodestructiva, naturalizando en Argentina la quinta generación de gente que no trabaja y que vive de un plan. No seamos parte de la expresión de la decadencia absoluta que alimenta esquemas sociales improductivos.

Eduquemos a nuestros hijos para que sean emprendedores, creadores e innovadores, y roguemos a Dios que haga de nosotros hombres justos, valientes y leales, porque terminada la partida…peón y rey vuelven a la misma caja.